¿Es la “Ley Rider” una solución en la era de la economía digital?
En ocasiones las políticas públicas que pretenden resolver un problema en el corto plazo terminan ocasionando otros con peores consecuencias más adelante, y la Ley Rider puede ser una de estas.
Al momento de la publicación de este artículo el fundador de Glovo, Oscar Pierre, habrá comparecido ante un tribunal español para enfrentar las acusaciones de contratar a sus riders bajo la figura de «falsos autónomos». Dicho de otra manera, se le acusa de simular una relación contractual de tercerización con los repartidores, o riders, cuando en realidad estos son empleados de pleno derecho, según estima el tribunal español y el Ministerio del Trabajo. Como resultado, la empresa anunció poco antes de que Pierre se presentara en el tribunal que finalmente contratará como empleados a todos sus riders.
Con la incorporación de los repartidores como empleados, el legislador busca que estos, y sus familias, gocen de la misma protección personal y estabilidad económica que el resto de los trabajadores. En tal sentido, la decisión de Glovo puede ser considerada por algunos como una victoria de la justicia, y para otros como una reivindicación para los prestadores del servicio de reparto. Sin embargo, en mi opinión, tal vez se ha creado un precedente, o una jurisprudencia si llega a formalizar alguna sentencia, que tendrá repercusiones negativas para la sociedad en su conjunto en el largo plazo.
No quiero decir con esto que no se deba existir seguridad para los riders, sino que se deben explorar otros mecanismos que resuelvan este problema, sin necesidad de afectar el desarrollo de los negocios de plataformas digitales.
Es importante aclarar que la presión ejercida por la justicia española no es un caso aislado. Esta responde a una directriz emitida recientemente por la Union Europea para todos sus paises miembros implementen mecanismos legles que establezcan la presunción de laboralidad a los trabajadores de plataformas digitales, salvo que la empresa que los contrata demuestre lo contrario.
En el caso de América Latina, varios países han implementado, o están desarrollando, marcos legales similares para regular el trabajo en plataformas digitales. En Chile y Colombia ya se han promulgado leyes que definen esta condición de trabajo, mientras que en México, Uruguay y Brasil se están discutiendo reformas a la legislación laboral.
Evolución de la protección de los trabajadores
El origen de la seguridad social para los trabajadores tiene sus raíces a finales del siglo XIX, en el contexto de los cambios sociales y económicos derivados de la Revolución Industrial. Con la proliferación de empresas se desarrolló una importante movilidad social del campo hacia las ciudades, una elevación significativa del ingreso de las familias y mejoras en su calidad de vida. Pero también surgieron problemas. Con la expansión industrial y las nuevas formas de trabajo incrementaron también los casos de accidentes laborales, desempleo y discapacidad; elevándose la conflictividad laboral y el surgimiento de las organizaciones sindicales.
Ante esta situación, los gobiernos respondieron con la implementación de sistemas de seguridad social. Alemania, Austria y Dinamarca empezaron a finales del siglo XIX. Los gobiernos de Reino Unido, España y Francia al comienzo del siglo XX; y Estados Unidos, uno de los últimos entre los países más industrializados, en 1935. Luego de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, los Estados empezaron a incrementar las políticas de protección a sus ciudadanos en el marco del Estado del Bienestar, y más recientemente como parte fundamental de los programas de la socialdemocracia.
Esta filosofía política es la que prevalece actualmente en la mayoría de las países occidentales y justifica la intervención del Estado en la relación de las empresas con sus trabajadores. De esta forma intenta equilibrar las diferencia de poder entre la empresa y el trabajador, o débil jurídico. Desde este punto de vista se entiende este tipo de intervención, especialemente en un contexto en el que las empresas constituyen la única fuente de ingresos para las personas, como ha sido durante la mayor parte de la revolución industrial.
¿Pero qué pasa en una era en la que los individuos pueden generar fuentes de ingresos por medios diferentes a las empresas? ¿Cómo quedan en este marco jurídico los influencers, youtubers, analistas, escritores, diseñadores, músicos, programadores, analistas de datos, repartidores, choferes, cocineros, abogados, contadores, y un sinfín de trabajos que se prefieren trabajar de forma independiente? ¿qué deben hacer los Estados con las plataformas digitales que sirven de habilitadores y vitrinas para este grupo de personas que crece aceleradamente?
El futuro del trabajo será independiente
Dependiendo de la región geográfica las investigaciones demuestran diferentes patrones en el mercado de trabajadores independientes, free-lancers, o por cuenta propia.
Un estudio de McKinsey realizado con trabajadores estadounidenses en 2022, revela que un 36% de ellos se identifican como independientes, realizando trabajos como los mencionados anteriormente. Pero esto no queda ahí. Otra investigación similar estima que esta cifra alcanzará un 60% para el 2027. Es decir, más de la mitad de los trabajadores en Estados Unidos no estarán en la nómina de una empresa. La inclinación de los americanos hacia el emprendimiento, además de un ambiente de incentivos a iniciativa empresarial, ayudan al crecimiento de este grupo de trabajadores.
En Europa, el caso es distinto. La proporción de trabajadores autónomos ha caído del 15,4% al 13,7% entre 2010 y 2022. Esta reducción se debió principalmente al desequilibrio entre las salidas del mercado laboral entre los trabajadores autónomos de más edad y la creación de nuevos empleos autónomos. Aquí es importante destacar el envejecimiento progresivo de las sociedades europeas, además de una mayor tendencia hacia el proteccionismo del Estado. Sin embargo, las presiones competitivas con China, Rusia, India y los Estados Unidos en términos de avances tecnológicos, está impulsando en los países europeos la implementación de políticas de incentivos al ecosistema startup, transformación digital y desarrollo de talentos digitales.
Otro aspecto que debemos considerar son las futuras generaciones. En una reciente medición, casi la mitad de los free-lancers en Estados Unidos son Millenials (45%), seguidos por la generación X (27%). Estos resultados son congruentes con la preferencia de los grupos más jóvenes por horarios más flexibles en lugar de los modelos más tradicionales de 9 a 5 para obtener mayor flexibilidad, autonomía y control sobre sus vidas.
Las plataformas digitales son una solución, no un problema
La razón de ser de las plataformas digitales es el uso de tecnologías para resolver el problema histórico de cómo conectar de manera eficiente a ofertantes y demandantes para facilitar el intercambio de bienes y servicios. En el caso de los trabajadores por cuenta propia es crítico, debido a la necesidad de generar de ingresos de forma estable.
Mediante el uso de tecnologías algorítmicas las plataformas amplifican las opciones para los demandantes (más rápido, más fácil, más conveniente), y las posibilidades de generación de ingresos para los oferentes de bienes y servicios (más clientes, más trabajo, menos tiempo ocioso). Por eso es muy conveniente comprar productos a través de plataformas como Amazon.com, conseguir alguien que nos lleve de un lugar a otro en UBER, un lugar para pernoctar en otra ciudad en Airbnb, buscar talentos en LinkedIn.com, y comprar una hamburguesa o pizza a través de Glovo.
La pregunta que debemos hacernos es por qué si hay una tendencia clara del mercado hacia el trabajo independiente el Estado ponga la mirada únicamente en las empresas que generan oportunidades de ingresos para los trabajadores por cuenta propia en vez de apoyarles. Bueno, no realmente en todas las plataformas, sino solo en una de ellas. Vale la pena recordar que algunas empresas se han retirado del mercado español por el efecto de la “Ley Rider”, como fue el caso de Deliveroo en 2021.
Las instituciones que protegen a los trabajadores deben evolucionar
El mismo estudio de McKinsey de 2022 que refleja un crecimiento del trabajo independiente, también expone las necesidades de este grupo. La mayoría (54%) manifiestan estar preocupados por la estabilidad de sus ingresos, en comparación con el 35% de los trabajadores permanentes. Pero esto no quiere decir que se deba resolver con la contratación del trabajador como empleado, afectando la aspiración de libertad y flexibilidad que estos buscaban inicialmente.
¿Por qué la solución tiene que ser hacerlos empleados permanente? ¿permite esto la ampliación o diversificación de sus fuentes de ingresos a través de diferentes empresas o plataformas? ¿no sería mejor que el Estado creara condiciones, o institucions, favorables para que cada personas pueda moverse con facilidad entre diferentes fuentes de ingresos y velar por su propio sistema de seguridad? ¿no sería más productivo formar a ciudadanos responsables que velen por su propio futuro y no dependan de la tutela de un empleador o del Estado?
El caso de Glovo deja abierta otra interrogante ¿Qué debe hacer el Estado para proteger a los demás trabajadores por cuenta propia que generan ingresos a través de plataformas? ¿Van a obligar a Youtube a contratar a sus creadores? ¿o a Upwork contratar a los prodesionales que ahí ofrecen sus servicios? Obviamente no es un tema fácil.
Exigir la contratación de los empleados independiente resuelve el problema más visible, pero abrirá otros más profundos en el futuro. Por una parte, la “seguridad” pretendida tendrá un gran costo de “libertad” para las individuos; y por la otra, tanto las empresas como las plataformas digitales serán menos flexibles, eficientes y competitivas. Ninguno de ellos ganará, a excepción del Estado que podrá recaudar impuestos y tasas de manera más fácil a través de las empresas y no de miles o millones de empleados independientes.
Seguramente la “Ley Rider” nació de una buena intención legislativa, pero también es resultado de un anacronismo. Una respuesta a una situación actual desde la interpretación de una realidad pasada que cada día es menos representativa de cara al futuro. No tengo dudas que más pronto que tarde las empresas no serán la principal fuente de bienestar para las personas, sino que esta dependerá excluivamente de sus talentos y capacidades. Tal vez sea también el momento que los Estados empiecen a conducir en la ruta de la cuarta revolución industrial viendo hacia adelante y no por el retrovisor.
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