¡Adiós, Telefónica!
Después de tres décadas en Latinoamérica, el gigante español de las telecomunicaciones se despide de la región para sanear sus finanzas.
En noviembre de 2019, José María Álvarez-Pallete, el entonces CEO de Telefónica, obtuvo la aprobación para la venta de los activos menos atractivos en Latinoamérica. Con esto, la empresa podría enfocarse en los mercados de mayor valor como una forma de revertir el deterioro que venían presentado sus finanzas.
Por una parte, la intensa competencia con otras operadoras de telecomunicaciones tanto en sus mercados europeos como latinoamericanos, además del ingreso de nuevos servicios low cost, afectaron la rentabilidad de la empresa. Por la otra, una gran deuda acumulada como consecuencia de diversas adquisiciones como la de Bell South en Latinoamérica y O2 en el Reino Unido, deterioraron su situación patrimonial. En conjunto, estos factores tuvieron un impacto negativo en el valor de la acción, haciendo que perdiera casi dos tercios desde el año 2000 al momento que Álvarez-Pallete tomó las riendas del negocio en abril de 2016, y un 25% más hasta el momento que se formuló el nuevo plan.
Latinoamérica no aparece en la foto
El nuevo plan estratégico se centra en tres aspectos claves: 1) invertir en la infraestructura de redes para ofrecer más servicios de fibra óptica y 5G, así como en la monetización de torres y sistemas de antenas distribuidas; 2) desarrollar nuevos servicios de tecnología para el segmento de negocios (B2B) como virtualización, software, almacenamiento en la nube, ciberseguridad, Internet de las Cosas (IoT) y Big Data; y 3) enfocar sus esfuerzos en los mercados de mayor valor y potencial de crecimiento a largo plazo como España, Brasil, Alemania y Reino Unido.
En particular, este último punto ratifica la pérdida de interés en Latinoamérica, con la única excepción de Brasil, lo cual se explica en el mencionado plan:
En la actualidad, España, Brasil, Alemania y Reino Unido constituyen nuestros principales mercados. En ellos, en los últimos años, hemos reforzado nuestro posicionamiento, tanto orgánica como inorgánicamente, mejorando la propuesta de valor que ofrecemos a los clientes y con un esfuerzo muy importante para mejorar la experiencia de cliente sobre las redes de ultra banda ancha más avanzadas.
Son mercados de gran dimensión, con potencial de crecimiento y donde nuestra escala y liderazgo nos permiten ambicionar más, y donde vamos a concentrar nuestras inversiones para ser aún más relevantes y crecer.
Una vez alcanzado altos niveles de penetración tanto de telefonía móvil como de internet en Latinoamérica, es poco el espacio de crecimiento en estos mercados. Además, una mayor competencia con operadores locales como América Móvil (Telcel y Claro) y Millicom (Tigo), que vienen creciendo sostenidamente, hacen más difificil para Telefónica cumplir con éxito sus esfuerzos de saneación financiera.
Latinoamérica: una gran apuesta con más dificultades que resultados
El plan de internacionalización de Telefónica se remonta más de tres décadas atrás. Con la incorporación de España a la Comunidad Europea en 1986, el país debió implementar cambios estructurales en la economía que incluyeron, entre otras medidas, la eliminación de barreras arancelarias, la apertura a la inversión extranjera y la privatización de empresas públicas. Esto no solo impulsó el crecimiento de la economía y de muchas de sus empresas, sino que también facilitó el acceso a los mercados de capitales internacionales.
Para Telefónica, este fue su momento para crecer. Con las nuevas disponibilidades de financiamiento se realizaron las inversiones en infraestructura que necesitaban para satisfacer la creciente demanda. Estos nuevos recursos también sirvieron para que la empresa viera en los nuevos mercados una forma de fortalecer el negocio y protegerse de los nuevos competidores europeos que amenazaban con entrar al mercado español.
Al otro lado del Atlántico, al mismo tiempo, otros factores jugaban a favor de la estrategia de internacionalización de Telefónica. La mayoría de los gobiernos de la región habían empezado a adoptar políticas neoliberales en las que también se dieron procesos de apertura, desregulación de la economía y privatización de las empresas en manos del Estado.
La oportunidad de Telefónica era clara. La penetración media de telefonía en Latinoamérica era de 4,7 líneas por cien habitantes, frente a la 37,1 en Europa y las proyecciones de crecimiento de la industria de telecomunicaciones estaban por encima del 6%. Adicionalmente, la cercanía cultural y del idioma facilitaban la gestión.
Rápidamente empezó la compra de participaciones en empresas de la región, que se pueden agrupar en tres etapas:
1989 y 1990: primeras participaciones en operadoras de telecomunicaciones en Chile y Argentina.
1991 y 1994: adquisición de las operadoras de Venezuela (participación minoritaria), Puerto Rico, Colombia y Perú, lo que situó a Telefónica como la primera operadora de referencia en el sector de telecomunicaciones iberoamericano.
1996 y 1999: entrada de Telefónica en Brasil que, con el tiempo, se convirtió en el segundo mercado de relevancia para el Grupo Telefónica.
En total, Telefónica invirtió en este periodo casi 9.000 millones de dólares en su expansión en Latinoamérica, convirtiéndose en uno de los inversores privados más destacados de la región. Por su parte, estos negocios también contribuyeron de manera importante con los ingresos de la empresa manteniéndose, en promedio, por encima del 20% de la facturación total de Telefónica.
Sin embargo, esta participación significativa pareciera ahora no compensar el esfuerzo de gestión y control que se requiere. Sobre todo, en un momento en el que la empresa debe restablecer sus finanzas y competir sin distracciones en un entorno de altísima innovación y competitividad.
En este contexto de cambios es importante tener en cuenta que este parte minoritaria del negocio lo generan casi una decena de operaciones independientes. Cada mercado exige el cumplimiento de múltiples regulaciones, inversiones en infraestructura que no necesariamente se apoyan unas a otras, y esfuerzos operacionaales y de matketing muy localizados, entre otras complicaciones. Mientras que el otro 80% lo generan solo cuatro mercados con un potencial enorme de crecimiento del volumen de negocio y economías de escala.
No hay que ser superdotado para entender lo que significa tener que lidiar con diferentes países en una industria tan regulada y negociar simultáneamente con instituciones del Gobierno Bolivariano de Venezuela, con la nueva política de cambio del presidente Nicolas Petro, con “la motosierra” en Argentina, con cuatro gobiernos diferentes en Perú en solo cuatro años, y con tres gobiernos en Ecuador en el mismo periodo. Esto, sumado a las fluctuaciones económicas y las depreciaciones de la tasa de cambio.
La decisión parece obvia ¿o no?
¿De qué se despide Latinoamérica?
A primera vista pareciera que la venta de las operaciones en la región no tendrá un impacto negativo en los clientes de Telefónica. De hecho, hasta es probable que los nuevos operadores mejoren la calidad y tarifas de los servicios. Pero es otro tema, menos visible, al que realmente habría que prestar atención: en una región tan fragmentada e inestable, ¿tendrán las empresas locales la capacidad de invertir en nuevas tecnologías para que nuestros países avancen al mismo ritmo de los países más industrializados, o digitalizados, en este caso?
En una era de avances tecnológicos exponenciales las limitaciones a más y mejores servicios de datos, conectividad, streaming de video, educación en línea, Internet de las Cosas (IoT) o Inteligenia Artificial, entre muchas otras nuevas tecnologías existentes o por aparecer, podría tener repercusiones importantes en el largo plazo. Tal vez la brecha digital que pareciera haberse cerrado en las últimas décadas empiece a abrirse nuevamente.
La decisión de Telefonica de abandonar el mercado latinoamericano no debe ser vista como una simple operación financiera ya que en el fondo refleja dos problemas muy serios. Primero, la poca confianza que desde la casa matriz en España le tienen al mercado de servicios empresariales en la región para el desarrollo de los nuevos servicios tecnológicos. Por alguna razón no ven en el segmento de empresas un espacio claro de crecimiento, o por lo menos en el corto plazo, lo cual en si mismo es una mala señal. Segundo, y tal vez más importante, el problema estructural de una región fragmentada desde el punto de vista de negocios que dificulta la operación a gran escala de empresas que deben realizar grandes inversiones y, por ende, de economías de escala que las justifiquen.
Es cierto, Telefónica se despide de Latinoamérica. Pero esperemos que no sea el caso de que sea Latinoamérica la que se despide de un futuro más tecnológico.
Un análisis completo Rubén. Tal como cierras, no es un mero análisis financiero y las repercusiones pueden ser mas complejas que la salida/reemplazo de un competidor global.